La respuesta evidente es no.
Me disculpo de antemano, porque aquí no van a encontrar conclusiones razonadas o al menos mínimamente basadas en la cordura sobre este gran tema de actualidad. Si han pensado eso, es que todavía no les ha alcanzado nunca el mar de plumas de los tsunamis de este nido.
Desde luego que tengo cierto criterio serio al respecto. Y me lo voy a reservar. Poca influencia tengo como líder en mi particular reino de taifas como para ir sentando cátedra. Y si me pusiera a disertar sobre las supuestas maldades y perjuicios de los móviles perdería toda mi credibilidad. Menos lobos, que la que más y el que menos, aunque pasemos los cuarenta, tiene los pulgares desgastados, y no precisamente por la artrosis.
A mí lo que me preocupa es la esclavitud que me provocan los móviles de los pollos a mí. En realidad es un estado de inestabilidad emocional constante, con varias fases a sufrir. Montaña rusa en modo móvil.
Tilín tilín! o silbidito, o sonido de bocado a manzanita (ah, ¿que los sucesores de Jobs no han dado con ese tono? pues sería de lo más cool, y les advierto que yo no les voy a durar siempre...). Primera reacción: anda, que ilu, ¿quién está pensando en mí? ¿quién propone plan terraza más picoteo? ¿Qué se cuece en el grupo? (Vaya pregunta, ahora mismo se cuecen todos, a fuego lento, concretamente a 40º). Desbloqueo. Despliego pantalla. Whatsapp de Polluela. Bendiciones de la última actualización: puedo ver el mensaje sin abrir.
Mamá
O peor aún,
Mami
Terror.
Tentaciones inmensas de no abrir el mensaje. Otra vez tilín tilín. Pollo. Hala, ya no puedo saber qué ponen sin levantar sospechas. Tengo que abrir y que me delate el doble check. Ahí ya estoy perdida. Un poco de coherencia hay que tener. No puedo pasarme los días enfurecida porque sé que leyeron mis mensajes y no se dignaron a contestar y ahora ir del mismo palo. Hay unos mínimos.
Y ahí cada uno ya despliega su particular estilo:
Mami
Mira
Estuve pensando que...
Ningún ser de dieciseis años utiliza tantos prolegómenos simplemente para conversar. Es un tratamiento del terreno, un acercamiento suave a la presa. Me tiemblan las piernas, y la cartera no digamos...
Pollo no se anda por las ramas. Y dirán ustedes, pues que bien, no? Pues no. Tampoco hacía falta tener dos hijos cada uno en un extremo del amplio espectro de lo que se puede considerar cortesía.
A que hora me recoges
Necesito saberlo ya
Así, sin anestesia. ¿Te viene bien? ¿Te viene mal? Esa no es la cuestión, no estamos hablando de eso. Tampoco es que tenga prisa, ni que tenga una agenda apretada. Mejor no sigo, que está emergiendo de mí la mismísima Maléfica.
Si, señoras y señores, empezamos poniéndoles móvil, como quien pone un pisito, contando con toda la complicidad y comunicación del mundo, y acabamos estresadas, semitiranizadas y desplumadas. Y esto último sin necesidad de ser del género avícola.
No tengo ni idea de cual es la edad adecuada para comprarles el móvil. Lo que si sé es que si al llegarte un whatsapp tiemblas, es que les ha llegado la adolescencia.
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