La cara oculta de mi, luna.

A veces, solo a veces, me da por preguntarme qué idea se habrán formado ustedes de mi. De alguna manera les he condicionado, lo sé, con el título de este blog.

Pero también sé que, a estas alturas, todas las madres de pre o adolescentes saben que una congénere que se molesta en expresar aquello que le inquieta, le altera y le cabrea sobre la relación con sus pollos lo hace sin perder de vista y de sentimiento  la enorme importancia que ellos tienen, y tendrán. ¿Podría ser de otra manera? Haber llegado al nivel en que las turbulencias nos dan algún que otro susto y sobresalto no significa que ellos hayan dejado de estar de primeritos en el ranking de nuestros afectos.

No han dejado  de ser el motor de este nido, que, sea testigo o no de su vuelo, siempre será su nido, su campamento base y ese lugar al que siempre pueden volver.

Yo sigo, pero al primer síntoma de ñoñería cortan y cierran, sin ningún tipo de escrúpulos. Una no se ha convertido en seguidora incondicional de las Malasmadres para que ahora lo eche todo por la borda destripando el leitmotiv principal del club.

De pequeña me cantaban aquello de el sol se llama Lorenzo... y si, la luna se llama Catalina. Y como tal, tengo un lado oculto. Que no el peor, yo soy así, la vertiente oculta es para los que la merecen. Y ustedes ya han hecho méritos. Para mí es fácil echar sapos y culebras por el pico. A lo que me suelo resistir es a contar alabanzas y proezas de mi gente, será por la saturación que abunda por este mundo 2.0. Perdónenme, confieso que soy fan incondicional de las publicaciones que me aportan la visión irónica, divertida e incluso transgresora de la maternidad, y huyo como de la peste de esas declaraciones de amor interminables... Yo. Que fui lo más ñoño a este lado del universo. Ya ven.

Pues bien, mi cara oculta vive en un nido en el que hay montados tres pedestales. Y mi rumbo lo marca la admiración que siento a los tres seres a los que he subido ahí.

No se puede dejar de admirar a una persona que vino a este mundo con una personalidad incorruptible debajo del brazo. Es la persona más noble que conozco. La que nunca renuncia a sus sueños, y ha dedicado miles de horas de sus dos decenios de vida a perseguirlos. A solas, en silencio. Se ha comido sus fracasos y sus logros, sin una palabra más alta que otra. Cuando tu camino en la vida no se desvía ni un ápice de tu fidelidad a ti mismo, la meta no puede estar si no en lo más alto del éxito.

No se puede dejar de admirar a una persona que allá donde va reparte sonrisas. En algún momento de su desarrollo la ha invadido un espíritu enorme de empatía, ecuanimidad y justicia. Se ha hecho a si misma enorme, y se ve pequeña, paradojas de la vida. No ha coincidido que se rodee de compañía adecuada, no. Es que su enorme fuerza magnética y vital atrae a los mejores y  a lo mejor de los seres que la rodean. Esa es mi teoría, una vez que la conoces, no puedes evitar quedarte bajo su influjo.

No se puede dejar de admirar a una persona que siempre tiene los brazos preparados para recogerte y salvarte. Incluso de ti misma. Quien sabe hacer eso, sobre todo tratándose de mi, debería poder catalogarse en una especie aparte. Díganme a cuantas personas conocen a las que el cansancio les permita llegar sonriendo y regalando optimismo al llegar a casa. Que tire sus inquietudes y sus miedos al pozo más profundo para poder dedicarse a consolar las que usted tiene. Que sepa transformar el enfado en una sonrisa enorme, solo para poder ofrecérsela. ¿Tienen a alguien a su lado que dedique su vida a hacer mejor la de ustedes? Pues cuidado, abran bien los ojos y manténgalos así para siempre, asegúrense de que se merecen conservarlo.

Si forma usted parte de ese pequeño porcentaje de lectores que han sido capaces de llegar hasta aquí, bienvenido a la cara oculta de mi, que soy un poco luna, lunática, lunera...